lunes, 25 de abril de 2016

SACANDO EL VELO DE LOS OJOS 
(REFLEXIÓN QUE DESNUDA)

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La secularidad mundana salpica y sacude a muchos creyentes y fieles que caminan en pecado sin darse cuenta. Nos referimos en esta oportunidad a un elemento visible que tiene que ver con la castidad y el pudor que a veces en el lenguaje común se cree que es lo mismo; pero no es así. Santo Tomás decía que «el pudor se ordena a la castidad, pero no como una virtud distinta de ella, sino como una circunstancia especial. De hecho, en el lenguaje ordinario, se toma indistintamente una por otra» (STh II-II, 151,4).

El pudor viene a ser como un instrumento controlador de nuestra integridad personal mediante la sinceridad de nuestras miradas, nuestros gestos, la forma de vestir, las conversaciones no subidas de tono o de irrespeto a otras personas en el hablar, el evitar doble suspicacia, las exhibiciones y todo lo vinculado al desorden interior que tiene que ver con los impulsos sexuales.

Juan Pablo II, en sus catequesis sobre el amor humano, refiriéndose al pudor sostuvo: «el nacimiento del pudor en el corazón humano va junto con el comienzo de la concupiscencia –la triple concupiscencia, según la teología de Juan (cf. 1Jn 2,16)–, y en particular de la concupiscencia del cuerpo. El hombre tiene pudor del cuerpo a causa de la concupiscencia. Más aún, tiene pudor no tanto del cuerpo, cuanto precisamente de la concupiscencia» (cateq. 28-V-1980, 5; +4-VI-1980). y ello significa que debemos purificar el corazón."DONDE ESTÁ TU TESORO, ALLÍ ESTÁ TU CORAZÓN" (Mat. 6,21).

De manera práctica diremos, el pudor preserva la intimidad de la persona, es signo de moderación, de discreción, pero esto se rompe por las tendencia s e inclinaciones entre los impulsos de la carne y lo que el mundo arrastra como asunto normal el de exhibir libremente las pasiones malas del hombre. El pudor es una virtud y dignidad propia de la persona y de respeto por los demás que implica el cuidarme yo y cuidar al prójimo. Muchas son las veces que se hace daño al prójimo por no conocerse la antropología cristiana, no saber ni la fuerza y psiquis biológica del hombre mundano, lujurioso que es movido por la vanidad y la sensualidad de la mujer vacía del alma.

Hoy por hoy el secularismo mundano ha hecho que la gente camine dentro de una sociedad afixiada por la sexualidad y el erotismo. Entoncess , los gestos y forma de vestir de manera inadecuada ,provocativa, buscando atraer para complacer su yoismo o vació del alma refleja la ignorancia de vivir en pecado; es pan de todos los días. Quien muestra carne, recibirá carne. quien busca mostrarse o exhibirse para conseguir pareja de esta manera y termina consiguiéndolo, ha escogido el camino equivocado.

La educación cristiana enseña la belleza interior, la riqueza interior, la bella dignidad, más que lo exterior. Muchas laicas creyentes se han vuelto impúdicas sin saberlo, en el vestir, la moda, exhibiendo una pobreza interior al usar ropa ajustada, minifaldas, escotes, vestimentas traslucientes etc etc que contribuye a la morbosidad y a la aparición de varones que al no estar preparado para las batallas de impurezas, no ejercitan la gracia de Cristo con la mortificación de sus sentidos, siendo así imposible que puedan evitar caer en pecado de impureza al que lamentablemente también ha salpicado a consagrados , seminaristas y sacerdotes jóvenes o adultos que terminan dejando el hábito.

Así que no seamos hipócritas y saquémonos el velo de los ojos para mejorar nuestra Iglesia hablando más sobre estos temas de manera real, sincera y práctica. Dejar a los fieles en la ignorancia es más pecado que el mismo pecador(a) que lo hace por ignorancia misma.Al menos hay que enseñar a leer el catecismo sobre estos temas de impureza, castidad y pudor.

Publicado en Facebook de Pepe Galep el 18.04.2016

miércoles, 13 de abril de 2016

LA FELICIDAD HUMANA Y LA FELICIDAD DIVINA

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A menudo existe una confusión, error o mal concepto de lo que es realmente la felicidad. La felicidad humana está vinculada más en lo propio, estado de ánimo, de satisfacción, el buen momento que nos hace creer que somos felices por lo que tenemos o hacemos, la satisfacción propia y la complacencia en sí mismo. Muchos dicen "no me falta nada", "Lo tengo todo" en bienes materiales, disfrutes, comodidades etc .Se sienten felices se sienten triunfadores, exitosos(as) y creer ser buenos cristianos porque no matan, no roban y dicen no hacer daño a nadie.

Es decir, se sienten seguros que están bien y son felices. Así es su estilo de vida que acrecientan su yo, su egoismo, sus narcisismos, que fuera de sí no les importa nada más con tal de pasarla bien y sentirse bien. El contentamiento lo lleva a buscar sólo satisfacción a sus sentidos y a su carne. De repente ese criterio lo manejan en su mayoría cristianos de misas de domingos, que calman sus conciencias asistiendo ese día a misa, y de lunes a sábado son ciudadanos del mundo del placer, del comfort, de la comodidad, de la juerga, de las reuniones intrascendentes y de las malas compañías. Son los cristianos tibios, conformistas y ensimismados en hacer lo que le gusta a su humanidad y que verdaderamente no se dejan amar por Dios en la forma que Él quiere.

En cambio la felicidad divina, la felicidad celestial en la tierra, en un Hijo de Dios de corazón, no tiene el estilo de vida del tibio, el amor a sí mismo como concepto equivocado, sino que encuentra la felicidad en los rasgos y personalidad del mismo Jesús, que se identifica como el Amor y la felicidad verdadera en el sermón del monte con las Bienaventuranzas: Felices los pobres de espíritu, los que lloran, los perseguidos, etc, no dice felices los que tienen bienes materiales, abundante comida y viven en el placer.

El espíritu del hombre es una realidad inmaterial que se relaciona con Dios y es la parte del hombre que reconoce la grandeza de Dios y se considera necesitado de Él porque es pobre de espíritu, alma frágil, débil, miserable, que reconoce el amor de Dios en su corazón pero no emocional sólo, ni tampoco de manera intelectual sólamente sino en todo su ser, como para evitar querer olvidarlo y refugiarse en los deleites del mundo y de su propia humanidad. El amor del cristiano, su felicidad es el amor a Dios por sobre todas las cosas porque el nos amó primero, nos forma y nos compromete a colaborar con Él, en la transformación del mundo dominado por Satanás, aunque sea para algunos utópico o quijotesco.

Por eso el pobre de espíritu no es un vacilante, pusilánime, indeciso, sin fe ni coraje, sino que vive por la fuerza de Dios, su energía manifiesta a pesar de sus debilidades y fágilidades. Entiende y camina con Dios, trata de hacer la voluntad de Dios en todo momento y circunstancia. Ser pobre de espíritu es tener ese carácter de ir contra corriente, para dejar la soberbia y ser humilde misionando en lo que Dios desea y combatiendo las falsedades y herejías que hoy se dan.

Esa felicidad es diferente, es el amor de agradecimiento permanente a Dios por lo que es y por lo que nos da y nos prohibe muchas veces. Eso es la humildad, ser pobre de espíritu entendiendo que nada es nuestro, todo no los dio Él como dijo Pablo.

El Papa Francisco cuando habla de la pobreza relaciona estas cacterísticas no tanto como pobreza material sino la de espíritu cuando dice:
"La pobreza, para nosotros cristianos, no es una categoría sociológica o filosófica y cultural: no es una categoría teologal. Diría, tal vez la primera categoría, porque aquel Dios, el Hijo de Dios, se abajó, se hizo pobre para caminar con nosotros por el camino. Y esta es nuestra pobreza: la pobreza de la carne de Cristo, la pobreza que nos ha traído el Hijo de Dios con su Encarnación. Una Iglesia pobre para los pobres empieza con ir hacia la carne de Cristo. Si vamos hacia la carne de Cristo, comenzamos a entender algo, a entender qué es esta pobreza, la pobreza del Señor.

Pidamos al Espíritu Santo que nos conceda la gracia de la pobreza de espíritu.

Publicado en Facebook de Pepe Galep el 08.03.2016


viernes, 1 de abril de 2016

LA EUCARISTÍA Y EL ENCUENTRO CON JESÚS 

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A lo largo de la Historia Sagrada la adoración, la alabanza y la Gloria de Dios se reflejan en la forma de dar respuesta a la pregunta de Dios y que Jesús lo mencionara “¿Y quién dices tú que soy yo?"

Cuando leemos las visiones de Catalina de Emmerick señalando que vio a Pedro haciendo la primera misa con sus ministros Juan y Santiago el Menor en el cenáculo, en la misma forma que había visto a Jesús instituir el Sacramento de la Eucaristía, hacerlo con todos los elementos, utensilios y vestimenta para dar un acto sagrado de participación en la misa nos hace reflexionar sobre aquellos momentos de veneración y santidad. Sin embargo, nos llama la atención que Pedro con vestimenta de Obispo comulga como celebrante y después a la primera que hace comulgar es a la Virgen María, luego a sus apóstoles y 6 discípulos que se ordenaban como sacerdotes y todos comulgaban hincándose o inclinándose ante la presencia viva y real de Jesús.

Es que la forma de adorar a Dios significa " me postro ante Ti Rey de Reyes y me muestro como tu siervo", de esta manera es que le decimos a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con toda la emoción y con todo el ser, como hombre entero interior y exterior, lo que es Dios para nosotros.
El hombre siempre se ha inclinado en señal de reconocimiento, adoración y de servicio ante Dios, lo hizo Moisés, Josué, David. Los pueblos de Dios y lo enseñó la Virgen María, lo señala Pablo a los Corintios y fundamentalmente Jesús en Genesaret se arrodilló ante Dios Padre Creador y reprochó a sus apóstoles por no hacer lo mismo enseñándonos después que toda adoración y adoración Eucarística debemos hacerla en espíritu y en Verdad.

El Papa Francisco nos hace recordar que la misa es Eucarística por excelencia y es el encuentro con Él porque estamos ante la presencia misma de Jesús- Inclusive va más allá, “Si cada uno de nosotros no se siente necesitado de la misericordia de Dios, no se siente pecador, es mejor que no vaya a Misa” Todos vamos a Misa porque amamos a Jesús y queremos compartir su pasión y su resurrección en la Eucaristía. Soy pecador, me confieso. ¡Así empieza la Misa! “la Eucaristía es Jesús mismo que se dona totalmente a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y en un don a los hermanos”.

El papa Francisco hoy nos recuerda: “Nutrirnos de aquel ‘Pan de vida’ significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un dinamismo de amor y convertirnos en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir solidario. Lo mismo que Jesús ha hecho”.
Por eso responder a Dios lo que es para nosotros depende de nuestra relación con El, con más interioridad espiritual que con mera religiosidad, conocimiento catequético o teológico. Los Santos que amaron la Eucaristía nos los han demostrado lo que significaba Dios para sus vidas.

Que la Virgen María interceda para que lo adoremos en la misa en espíritu y en verdad y que nos conceda el don de la adoración.

PUBLICADO EN FACEBOOK DE PEPE GALEP EL 16.08.2015