miércoles, 13 de abril de 2016

LA FELICIDAD HUMANA Y LA FELICIDAD DIVINA

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A menudo existe una confusión, error o mal concepto de lo que es realmente la felicidad. La felicidad humana está vinculada más en lo propio, estado de ánimo, de satisfacción, el buen momento que nos hace creer que somos felices por lo que tenemos o hacemos, la satisfacción propia y la complacencia en sí mismo. Muchos dicen "no me falta nada", "Lo tengo todo" en bienes materiales, disfrutes, comodidades etc .Se sienten felices se sienten triunfadores, exitosos(as) y creer ser buenos cristianos porque no matan, no roban y dicen no hacer daño a nadie.

Es decir, se sienten seguros que están bien y son felices. Así es su estilo de vida que acrecientan su yo, su egoismo, sus narcisismos, que fuera de sí no les importa nada más con tal de pasarla bien y sentirse bien. El contentamiento lo lleva a buscar sólo satisfacción a sus sentidos y a su carne. De repente ese criterio lo manejan en su mayoría cristianos de misas de domingos, que calman sus conciencias asistiendo ese día a misa, y de lunes a sábado son ciudadanos del mundo del placer, del comfort, de la comodidad, de la juerga, de las reuniones intrascendentes y de las malas compañías. Son los cristianos tibios, conformistas y ensimismados en hacer lo que le gusta a su humanidad y que verdaderamente no se dejan amar por Dios en la forma que Él quiere.

En cambio la felicidad divina, la felicidad celestial en la tierra, en un Hijo de Dios de corazón, no tiene el estilo de vida del tibio, el amor a sí mismo como concepto equivocado, sino que encuentra la felicidad en los rasgos y personalidad del mismo Jesús, que se identifica como el Amor y la felicidad verdadera en el sermón del monte con las Bienaventuranzas: Felices los pobres de espíritu, los que lloran, los perseguidos, etc, no dice felices los que tienen bienes materiales, abundante comida y viven en el placer.

El espíritu del hombre es una realidad inmaterial que se relaciona con Dios y es la parte del hombre que reconoce la grandeza de Dios y se considera necesitado de Él porque es pobre de espíritu, alma frágil, débil, miserable, que reconoce el amor de Dios en su corazón pero no emocional sólo, ni tampoco de manera intelectual sólamente sino en todo su ser, como para evitar querer olvidarlo y refugiarse en los deleites del mundo y de su propia humanidad. El amor del cristiano, su felicidad es el amor a Dios por sobre todas las cosas porque el nos amó primero, nos forma y nos compromete a colaborar con Él, en la transformación del mundo dominado por Satanás, aunque sea para algunos utópico o quijotesco.

Por eso el pobre de espíritu no es un vacilante, pusilánime, indeciso, sin fe ni coraje, sino que vive por la fuerza de Dios, su energía manifiesta a pesar de sus debilidades y fágilidades. Entiende y camina con Dios, trata de hacer la voluntad de Dios en todo momento y circunstancia. Ser pobre de espíritu es tener ese carácter de ir contra corriente, para dejar la soberbia y ser humilde misionando en lo que Dios desea y combatiendo las falsedades y herejías que hoy se dan.

Esa felicidad es diferente, es el amor de agradecimiento permanente a Dios por lo que es y por lo que nos da y nos prohibe muchas veces. Eso es la humildad, ser pobre de espíritu entendiendo que nada es nuestro, todo no los dio Él como dijo Pablo.

El Papa Francisco cuando habla de la pobreza relaciona estas cacterísticas no tanto como pobreza material sino la de espíritu cuando dice:
"La pobreza, para nosotros cristianos, no es una categoría sociológica o filosófica y cultural: no es una categoría teologal. Diría, tal vez la primera categoría, porque aquel Dios, el Hijo de Dios, se abajó, se hizo pobre para caminar con nosotros por el camino. Y esta es nuestra pobreza: la pobreza de la carne de Cristo, la pobreza que nos ha traído el Hijo de Dios con su Encarnación. Una Iglesia pobre para los pobres empieza con ir hacia la carne de Cristo. Si vamos hacia la carne de Cristo, comenzamos a entender algo, a entender qué es esta pobreza, la pobreza del Señor.

Pidamos al Espíritu Santo que nos conceda la gracia de la pobreza de espíritu.

Publicado en Facebook de Pepe Galep el 08.03.2016