LA FELICIDAD HUMANA Y LA FELICIDAD DIVINA
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A menudo
existe una confusión, error o mal concepto de lo que es realmente la felicidad.
La felicidad humana está vinculada más en lo propio, estado de ánimo, de
satisfacción, el buen momento que nos hace creer que somos felices por lo que
tenemos o hacemos, la satisfacción propia y la complacencia en sí mismo. Muchos
dicen "no me falta nada", "Lo tengo todo" en bienes
materiales, disfrutes, comodidades etc .Se sienten felices se sienten
triunfadores, exitosos(as) y creer ser buenos cristianos porque no matan, no
roban y dicen no hacer daño a nadie.
Es decir, se
sienten seguros que están bien y son felices. Así es su estilo de vida que
acrecientan su yo, su egoismo, sus narcisismos, que fuera de sí no les importa
nada más con tal de pasarla bien y sentirse bien. El contentamiento lo lleva a
buscar sólo satisfacción a sus sentidos y a su carne. De repente ese criterio
lo manejan en su mayoría cristianos de misas de domingos, que calman sus
conciencias asistiendo ese día a misa, y de lunes a sábado son ciudadanos del
mundo del placer, del comfort, de la comodidad, de la juerga, de las reuniones
intrascendentes y de las malas compañías. Son los cristianos tibios,
conformistas y ensimismados en hacer lo que le gusta a su humanidad y que
verdaderamente no se dejan amar por Dios en la forma que Él quiere.
En cambio la
felicidad divina, la felicidad celestial en la tierra, en un Hijo de Dios de
corazón, no tiene el estilo de vida del tibio, el amor a sí mismo como concepto
equivocado, sino que encuentra la felicidad en los rasgos y personalidad del
mismo Jesús, que se identifica como el Amor y la felicidad verdadera en el
sermón del monte con las Bienaventuranzas: Felices los pobres de espíritu, los
que lloran, los perseguidos, etc, no dice felices los que tienen bienes
materiales, abundante comida y viven en el placer.

Por eso el
pobre de espíritu no es un vacilante, pusilánime, indeciso, sin fe ni coraje,
sino que vive por la fuerza de Dios, su energía manifiesta a pesar de sus
debilidades y fágilidades. Entiende y camina con Dios, trata de hacer la
voluntad de Dios en todo momento y circunstancia. Ser pobre de espíritu es
tener ese carácter de ir contra corriente, para dejar la soberbia y ser humilde
misionando en lo que Dios desea y combatiendo las falsedades y herejías que hoy
se dan.
Esa felicidad
es diferente, es el amor de agradecimiento permanente a Dios por lo que es y
por lo que nos da y nos prohibe muchas veces. Eso es la humildad, ser pobre de
espíritu entendiendo que nada es nuestro, todo no los dio Él como dijo Pablo.
El Papa
Francisco cuando habla de la pobreza relaciona estas cacterísticas no tanto
como pobreza material sino la de espíritu cuando dice:
"La
pobreza, para nosotros cristianos, no es una categoría sociológica o filosófica
y cultural: no es una categoría teologal. Diría, tal vez la primera categoría,
porque aquel Dios, el Hijo de Dios, se abajó, se hizo pobre para caminar con
nosotros por el camino. Y esta es nuestra pobreza: la pobreza de la carne de
Cristo, la pobreza que nos ha traído el Hijo de Dios con su Encarnación. Una
Iglesia pobre para los pobres empieza con ir hacia la carne de Cristo. Si vamos
hacia la carne de Cristo, comenzamos a entender algo, a entender qué es esta
pobreza, la pobreza del Señor.
Pidamos al
Espíritu Santo que nos conceda la gracia de la pobreza de espíritu.
Publicado en
Facebook de Pepe Galep el 08.03.2016