viernes, 25 de septiembre de 2015


EL ETERNO SANADOR DEL PROCESO 
DE DUELO ES JESÚS


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La pérdida de un ser querido es un proceso doloroso al que los psicólogos denominan PROCESO DE DUELO. Es un dolor biológico (corporal), psicológico (afecta la personalidad), social (duele la sociedad enferma y epidémica), familiar (nos duele el dolor de otros), y espiritual (duele el alma y apaga la luz).


Habíamos dicho anteriormente que la mayoría de las terapias que realizan algunos profesionales médicos o psicólogos, no tienen eficacia si se deja de lado el factor espiritual del hombre; pues la fe, la confianza en Dios ayuda a aceptar las fuerzas imprevistas para el hombre, la condición mortal,   aceptando y superando las desdichas y las tragedias.

Cuando nos quejamos y nos preguntamnos donde está Dios en estos momentos de dolor, ignoramos que El está sufriendo y llorando con nosotros. Jesús cuando lloró por la muerte de Lázaro, lo hacía más por la falta de confianza en Él, que da la vida eterna, la alegría y la paz: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente". Nos da un entendimiento eterno respecto a la muerte, una esperanza de vida eterna y confianza en Él para superar el mal momento.

Por eso decimos, el dolor se siente pero el sufrimiento se consiente, se permite, porque la persona dolida quiere victimizarse toda la vida, quiere producir lástima en el otro para ser atendida y justificada en su sufrimiento, busca complacencia en otro ser humano y no en Dios. Eso es amor propio, que es una enfermedad que por lo general parte del descontrol de las emociones que nacen en el cerebro; pues la mente que como máquina imparable produce constantemente pensamientos negativos, preocupaciones y tormentos mentales. 

Entonces, para controlar la mente y ésta a las emociones y ésta a su vez la salud física, se tiene que acudir al médico del alma, de la salud y de la paz. Ese es Jesús quien nos ha dado en nuestra naturaleza humana, una naturaleza espiritual que equilibra y anima la mente, el corazón y el cuerpo.

En los cuadros que se presentan en depresiones graves algunas veces, producto del apego a las criaturas y muchas veces al fallecimiento de una persona, el dolor del acontecimiento deriva en un sufrimiento perenne. Acá es donde debemos establecer las fronteras, una cosa es el dolor que lo sentimos todos ante los imprevistos de esta vida, y otra el sufrimiento como consecuencia del dolor. El sufrimiento es una decisión propia que tiene que ver con la actitud libre de elegir entre vivir autocompadeciéndose sintiéndose víctima eterna por lo que le ha sucedido, o el de batallar en la mente para salir del dolor alimentándonos del Padre, de la Palabra del Sanador: “No te angusties, yo nunca te abandonaré”, “Todo lo hace Dios para bien de los que Él ama”.

Las personas que buscan a Dios, se quedan en Él y dejan que Él controle sus vidas, viven un presente de paz y de amor. Nadie puede ser amado por encima del amor de Dios, cuando las personas ponen su amor en una criatura o en una persona fallecida hasta un grado de obsesión, o por autocompadecerse  buscando ante los demás que conozcan su sufrimiento, es simplemente porque se ama a sí mismo, muchas de éstas personas ignoran que su amor propio les está torciendo la vida y haciendo una inutilidad su existencia, porque les ganó el desánimo, la tristeza profunda, además que su automisericordia la infringe un deseo de pereza mental, emocional y espiritual.

Las personas con estos cuadros de automisericordia o búsqueda de compasión por lo que equivocadamente decidió sufrir, no pueden salir de ese estado por sí misma ni por un terapeuta o psiquiatra que sólo lo va a empastillar, no sale del cuadro de tristeza perenne, porque mental y emocionalmente han creado transtornos en su personalidad y porque no buscan con todo el alma al Sanador divino para que lo saque de ese estado.

¿Qué debe hacer? Reaccionar antes que nada, confianza en Dios y realizar ejercicios de vida saludable en cuerpo (ejercicios físicos), alma (voluntad de seguir a Dios) e ingresar a la dimensión espiritual para saber que en la vida eterna no existen problemas, angustias, preocupaciones ni nada por el estilo, sino paz y amor. Son los bienes espirituales que desde acá, en esta vida temporal y terrenal se consiguen poniendo su situación de indebido sufrimiento permanente, a los pies de la Cruz de Jesús.
Pero sin voluntad ni cuota de esfuerzo, el Señor no va a poder obrar. La luz hace brillar el ánimo y el alma, mientras que la oscuridad apaga la vida y es diabólica.

Jesús nos exhorta a batallar. ¡Ánimo! que sin mí nada puedes, Él lo venció todo para que tengamos la verdadera felicidad: paz y amor.
Bendiciones


Publicado en Facebook Pepe Galep el 01.06.2015