SAN PIO DE PIETRELCINA: FIESTA 23 DE SEPTIEMBRE
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Nació en Pietrelcina, sus padres lo encomendaron a San Francisco de
Asís y por ello fue bautizado al día siguiente con el nombre de
Francisco. Fue un niño muy sensible y espiritual. A los 12 años recibió
el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión.
A los 16 años, entró en el noviciado de la orden de los Frailes
Menores Capuchinos, donde recibió el nombre de Fray Pío. Luego de un
tiempo de haber sido ordenado sacerdote, fue enviado al Convento de San
Giovanni Rotondo donde permaneció hasta su muerte.
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud su vocación mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes aprovechando allí para aconsejarles, exhortarles fuertemente pero también consolarles, y la celebración de la Eucaristía. Los fieles que participaban en las misas presididas por él, percibían la altura y profundidad de su espiritualidad. Además, infundía con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.
Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.
Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Desde su primer año de vida sacerdotal, soportó los dolores de las llagas de Cristo. Aceptó en silencio las numerosas intervenciones de las Autoridades y calló siempre ante las calumnias. Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza.
Fue beatificado el 2 de mayo de 1999 y canonizado el 16 de junio del 2002, por su Santidad San Juan Pablo II.
Publicado en Facebook Pepe Galep el 23.09.2015
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud su vocación mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes aprovechando allí para aconsejarles, exhortarles fuertemente pero también consolarles, y la celebración de la Eucaristía. Los fieles que participaban en las misas presididas por él, percibían la altura y profundidad de su espiritualidad. Además, infundía con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.
Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.
Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Desde su primer año de vida sacerdotal, soportó los dolores de las llagas de Cristo. Aceptó en silencio las numerosas intervenciones de las Autoridades y calló siempre ante las calumnias. Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza.
Fue beatificado el 2 de mayo de 1999 y canonizado el 16 de junio del 2002, por su Santidad San Juan Pablo II.
Publicado en Facebook Pepe Galep el 23.09.2015