LA SOLEDAD NEGATIVA Y DESTRUCTIVA, Y LA SOLEDAD EN COMPAÑÍA
CONSTRUCTIVA
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Dios creador de todo cuanto existe en este mundo lo controla y lo ordena todo.
El hombre creatura de Dios de componente integral, cuerpo alma y espíritu dotado de capacidades y de libertad para desarrollar su vida o con Dios o sin Dios, tiene que enfrentarse a un mundo complejo, difícil, adverso muchas veces en principios éticos concretos y de injusticia y desigualdades al cual tiene que enfrentar para caminar con dignidad, sin vacilaciones y valentía.
Ante esta circunstancia el ser humano puede responder de dos maneras: Una vivir una soledad sin Dios, sin esperanza, sin ánimo, lleno de frustraciones y pesimismo, para seguir adelante en un mundo que le parece un gigante monstruoso que bloquea todas sus aspiraciones, deseos, sueños y esperanzas de vivir, para continuar un obligado andar. Las personas en esta línea sucumben a sus sentimientos y pensamientos negativos de sufrimientos exagerados, egoístas y de amor propio, que les cierra los ojos para ver el horizonte más luminoso. Terminan así, sumergidos en tristezas, soledad, aislamiento, desgano y desánimo y aislamiento total y perezoso. Es el camino a la depresión por una u otras razones, que puede agravarse con el punto final del suicidio.
La otra cara de la soledad es distinta porque va con Dios, en un reposo activo del interior del corazón que encendido en la fuerza del Espíritu Santo, la comunión con Dios, en la soledad de Dios y la paz de búsqueda en el abandono en ÉL, se afronta con mayor decisión a los problemas y adversidades que se presentan, porque el ánimo no se tambalea ante la fuerza de un huracán de pasiones o frustraciones como en los casos en que se vive sin Dios. Es todo un misterio donde se une lo finito del hombre y lo infinito de Dios a través de la oración aún en las actividades de vida diaria.
La soledad en compañía de Dios es gozosa porque dentro del dolor de lo finito del hombre irradia el gozo del sufrimiento divino de la Cruz, que se entiende en la Pasión de Cristo como el paso digno del cristiano para llegar a la cima del reinado de Dios.
El Señor nos prueba como oro en el crisol, pero nos da todas las armaduras para el duro combate (Cf.Ef.6, 10-20), por la perseverancia de combatir siempre, por la meditación de las Escrituras, por la gracia del Espíritu, va señalando el camino para ser cristiano en crecimiento espiritual porque la relación con Dios se hace con el único equipaje para caminar: la Fe, la esperanza y la caridad, cuya expresión máxima de divinidad se encuentra en la Eucaristía.
Que el Señor bajo su mirada profunda de Rey de los Ejércitos, nos enseñe a ser soldado guerrero de su ejército de la luz, para que nunca entremos en desaliento sino vivamos animados en la soledad de reposo en el Espíritu Santo.
El hombre creatura de Dios de componente integral, cuerpo alma y espíritu dotado de capacidades y de libertad para desarrollar su vida o con Dios o sin Dios, tiene que enfrentarse a un mundo complejo, difícil, adverso muchas veces en principios éticos concretos y de injusticia y desigualdades al cual tiene que enfrentar para caminar con dignidad, sin vacilaciones y valentía.
Ante esta circunstancia el ser humano puede responder de dos maneras: Una vivir una soledad sin Dios, sin esperanza, sin ánimo, lleno de frustraciones y pesimismo, para seguir adelante en un mundo que le parece un gigante monstruoso que bloquea todas sus aspiraciones, deseos, sueños y esperanzas de vivir, para continuar un obligado andar. Las personas en esta línea sucumben a sus sentimientos y pensamientos negativos de sufrimientos exagerados, egoístas y de amor propio, que les cierra los ojos para ver el horizonte más luminoso. Terminan así, sumergidos en tristezas, soledad, aislamiento, desgano y desánimo y aislamiento total y perezoso. Es el camino a la depresión por una u otras razones, que puede agravarse con el punto final del suicidio.
La otra cara de la soledad es distinta porque va con Dios, en un reposo activo del interior del corazón que encendido en la fuerza del Espíritu Santo, la comunión con Dios, en la soledad de Dios y la paz de búsqueda en el abandono en ÉL, se afronta con mayor decisión a los problemas y adversidades que se presentan, porque el ánimo no se tambalea ante la fuerza de un huracán de pasiones o frustraciones como en los casos en que se vive sin Dios. Es todo un misterio donde se une lo finito del hombre y lo infinito de Dios a través de la oración aún en las actividades de vida diaria.
La soledad en compañía de Dios es gozosa porque dentro del dolor de lo finito del hombre irradia el gozo del sufrimiento divino de la Cruz, que se entiende en la Pasión de Cristo como el paso digno del cristiano para llegar a la cima del reinado de Dios.
El Señor nos prueba como oro en el crisol, pero nos da todas las armaduras para el duro combate (Cf.Ef.6, 10-20), por la perseverancia de combatir siempre, por la meditación de las Escrituras, por la gracia del Espíritu, va señalando el camino para ser cristiano en crecimiento espiritual porque la relación con Dios se hace con el único equipaje para caminar: la Fe, la esperanza y la caridad, cuya expresión máxima de divinidad se encuentra en la Eucaristía.
Que el Señor bajo su mirada profunda de Rey de los Ejércitos, nos enseñe a ser soldado guerrero de su ejército de la luz, para que nunca entremos en desaliento sino vivamos animados en la soledad de reposo en el Espíritu Santo.