LA
TRINIDAD SANTA EN LA FAMILIA
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A
propósito del Sínodo de los obispos sobre la familia, muchos personajes de
opinión pública han aprovechado el momento para hablar tantos disparates, que
nos hace preguntar si son católicos de nombre o católicos de verdad.
La familia es reflejo de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, siendo comunión e integridad en sustancia, pensamiento, voluntad divina, es desde esta naturaleza que se refleja en la naturaleza humana la imagen y semejanza de Dios. Es decir el sentido de comunión y de integración de unidad familiar, que es el reflejo de lo existente en lo Alto; no lo solitario, lo desintegrado, lo individualista, lo egoísta, cada uno por su cuenta, como el mundo vive en estos tiempos, de competencia, autoayuda, autoestima, independencia etc, lejos del concepto comunitario y del accionar del bien común familiar.
La familia cristiana debe hablar más de Cristoestima, en lugar de autoestima que fue una creación terminológica de Freud para apartar al hombre de lo trascendente, lo espiritual, de lo divino. Igualmente la familia cristiana, tiene que tener el concepto claro de lo que es comunión traída por Cristo a la tierra, como nexo de la misma voluntad con el Padre: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”; cómo dices tú: ¿``Muéstranos al Padre?...¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí es el que hace las obras (Juan 14, 9 sgts).
Pues bien la comunión con Cristo en lo Alto, funciona por la dirección de su Espíritu en la tierra. El Espíritu Santo nos ayuda a erradicar la autosuficiencia, la soberbia y la ruptura de las relaciones familiares en donde cada uno piensa que tiene la razón, cuando la única verdad es la Palabra de Dios, la oración y la Eucaristía que acoraza la comunión de las relaciones humanas familiares. Dios nos ha puesto como plantilla el obrar comunitario celestial y no el obrar solitario, pero para entenderlo hay que abandonarse al Espíritu Santo y no a nuestros propios criterios.
Cuando la familia se aparta de este entendimiento comunitario celestial para no reflejarlo en la tierra, se produce la ruptura, la disolución y la desintegración o disfuncionamiento familiar, donde la separación o los divorcios se manifiestan como reflejo de la desobediencia y rebeldía ante Dios por seguir sus pasiones humanas simplemente. Los criterios humanos o carnales se imponen a la voluntad y al proyecto de Dios sobre los hombres y sobre las familias. La prueba ustedes lo ven cuando en una familia no se ora bien o se pide bien para el nacimiento de un hijo por nacer, uno quiere que venga un varón el otro quiere mujer, o también cuando dejando la voluntad de Dios por encima de todo no se tiene Fe para pedir a la Trinidad Santa, que conforme a su Palabra siempre brinde lo mejor para nuestros hijos y no lo que los padres quieren o imponen según sus propios miedos o sus criterios.
Que el Espíritu Santo nos otorgue la Gracia de vivir en comunión familiar santa, como Jesús vivió en la tierra con José y María.
Publicado en Facebook Pepe Galep el 25.10.15