martes, 22 de diciembre de 2015

PAPA FRANCISCO, EL NACIMIENTO NOS HABLA DE LA TERNURA Y MISERICORDIA DIVINAS
 
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“El Nacimiento nos dice que el Señor nunca se impone con la fuerza. En cambio, vino con simplicidad, humildad, mansedumbre. Dios se hace pequeño para atraernos con amor”, expresó el papa Francisco al recibir esta mañana en el Aula Pablo VI a unas setecientas personas procedentes de los ayuntamientos bávaros de Hirschau, Schnaittenbach y Freudenberg, que regalaron este año el árbol de Navidad de la Plaza de San Pedro, y a los representantes de la provincia italiana de Trento que junto con esa arquidiócesis realizaron el Nacimiento.

Los adornos del abeto son de la Fundación Condesa Lene Thun con sede en Bolzano, y como recordó el Santo Padre representan los sueños de los niños que lo decoraron con los que se congratuló.

“Esos deseos que llevan en el corazón -dijo- están ahora en el lugar más adecuado porque están cerca del Niño de Belén: están confiados al que 'vino a habitar entre nosotros'. Jesús no apareció sencillamente en la tierra, no nos dedicó solamente algo de tiempo, sino que vino para compartir nuestra vida y acoger nuestros deseos. Porque quizo y quiere todavía vivir aquí entre nosotros y para nosotros. Le importa nuestro mundo, que en Navidad se convirtió en su mundo. El Nacimiento nos lo recuerda: Dios por su gran misericordia, bajo hacia nosotros para quedarse con nosotros”.

El Nacimiento nos dice también que el Señor “nunca se impone con la fuerza. Para salvarnos no cambió la historia haciendo un milagro grandioso. En cambio, vino con simplicidad, humildad, mansedumbre. A Dios no le gustan las imponentes revoluciones de los poderosos de la historia y no utiliza la varita mágica para cambiar las situaciones. Al contrario, se hace pequeño para atraernos con amor, para llegar a nuestros corazones con su bondad humilde, para llamar la atención con su pobreza a los que se afanan en acumular los falsos tesoros de este mundo”.

El Santo Padre recordó que esa era la intención de San Francisco cuando inventó el Nacimiento, porque como afirman las fuentes franciscanas, quería “celebrar la memoria del niño que nació en Belén y contemplar de alguna manera con los ojos del cuerpo lo que sufrió en su invalidez de niño”. En esa escena “la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad”.

“Los invito -añadió- a detenerse ante el Nacimiento porque allí nos habla la ternura de Dios. Allí se contempla la misericordia divina, que se hizo carne humana y puede enternecer nuestras miradas. Pero sobre todo quiere mover nuestros corazones”.

Y en ese sentido Francisco señaló que en el Pesebre hay una figura que revela el misterio de la Navidad. “Es un personaje que hace una obra de bien inclinándose para ayudar a un anciano. No solamente mira a Dios; lo imita porque, como Dios, se inclina con misericordia sobre el que lo necesita.

¡Que sus dones de esta noche sean iluminados -finalizó- atraigan muchas miradas y sobre todo reaviven en la vida la luz verdadera de la Navidad!”.
 
Publicado en Facebook de Pepe Galep el 18.12.2015
PREPARANDO EL CORAZÓN PARA EL NACIMIENTO DE JESÚS

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El buen cristiano espera la llegada del Salvador en la misma forma que Juan Bautista preparó los caminos del Señor predicando en el desierto. Conviértanse, porque está llegando el Reino de los cielos (Mateo 3,3)

Espiritualmente significa que cada uno de nosotros tenemos que preparar nuestros corazones para recibir a quien nos trae el reino de la Fe, la confianza, la alegría espiritual, la esperanza, la paz, el amor. Jesús viene con todas esas bendiciones a nuestras vidas, por eso tenemos que preparar el ser interior, el camino espiritual, nuestro corazón. Para ello tenemos que entrar en el desierto de la reflexión y meditación, para el arrepentimiento y cambio de dirección de nuestras vidas que mediante ciertas malas costumbres, o malos hábitos, formas de pensar o de ser, han equivocado nuestros caminos.

Cuando Juan Bautista predicaba en el desierto lo hacía para que la gente salga de las ciudades, del bullicio y de las contaminaciones existentes de seguimientos de corrientes de conductas erradas. Pero salirse de ese mundo para entrar en el de la reflexión equivale hoy para nosotros, apartarnos también de la mundanidad y sus ruidos para adentrarnos en nuestro interior y examinar nuestras conductas. El no hacerlo y el seguir viviendo como de costumbre es simplemente perderse todos los bienes, tesoros y gracias celestiales que Dios trae a nuestra vida con la presencia de Jesús en nuestros corazones.

El ayudador Divino, el Espíritu Santo nos aparta del ruido mundano para que en nuestro interior sintamos esa voz que nos grita en el desierto de nuestras vidas, ¿cómo andamos? desviados del camino, creidos, presumidos, arrogantes, seguros de ir al cielo, o sintiéndonos por otro lado, empequeñecidos como víctimas, por considerar que nuestros sufrimientos son más grandes que el de los otros."Todo valle sea elevado, y bajado todo monte y collado; vuélvase llano el terreno escabroso, y lo abrupto, ancho valle. Entonces se manifestará la Gloria del Señor.."(Isaías 40,4)… El Señor nos dice que andemos equilibrados, si te consideras muy importante, o muy eficiente, bájate al llano; y si te consideras menos que otros sube a la montaña a la Cristoestima para equlibrar la vida en camino de sensatez, valores morales éticos y espirituales que por la Palabra de Dios y por su Gracia sobrenatural es que logramos cambiar la dirección de nuestras vidas; mirar hacia adelante, vivir el presente y no quedarnos en el pasado. Somos como Dios nos ve y no lo que creemos ser.

Que en estos tiempos de adviento sean tiempos de reflexión para el arrepentimiento, y cambio de nuestras conductas, formas de pensar y formas de vivir. 

Póstrate ante el niño de Belén y contempla a Dios con amor y alegría como lo contempló José y María.


Publicado en Facebook de Pepe Galep el 20.12.2015

lunes, 14 de diciembre de 2015


SAN JUAN DE LA CRUZ: FIESTA 14 DE DICIEMBRE


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Nació en Fontiveros (España) en 1542. Tras la muerte de su padre, quedó en pobreza junto con su madre y sus hermanos. Asistió a una escuela de niños pobres y empezó a aprender el oficio de tejedor, pero como no tenía aptitudes, entró a trabajar como criado del director de un hospital. Años después continuó sus estudios en un colegio de jesuitas, y desde joven practicaba rudas mortificaciones corporales.

 A los veintiún años, tomó el hábito en el convento de los carmelitas. Su nombre de religión era Juan de San Matías, quería ser hermano lego, pero sus superiores no se lo permitieron. Fue ordenado sacerdote y las gracias que recibió con el sacerdocio le encendieron deseos de mayor retiro y de ingresar en un monasterio cartujo.


Poco después, se fundó el primer convento de carmelitas descalzos, San Juan entró en aquel convento con perfecto espíritu de sacrificio. Se le unieron otros dos frailes, los tres renovaron la profesión el domingo de Adviento y tomó el nombre de Juan de la Cruz.


Con su ejemplo, supo inspirar a los religiosos el espíritu de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, que quería purificar su corazón de toda debilidad y apego humanos, le sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores. Después de haber gozado de las delicias de la contemplación, San Juan se vio privado de toda devoción. A este período de sequedad espiritual se añadieron la turbación, la repugnancia por los ejercicios espirituales, los escrúpulos y la desolación interior la cual él mismo la describe en "La Noche Oscura del Alma". El demonio le atacaba con violentas tentaciones y los hombres le perseguían con calumnias.

Se sentía abandonado por Dios, pero la inundación de luz y amor divino que le vino luego de ese tiempo de prueba, fue el premio de la paciencia con que había soportado dichos sufrimientos.
Tiempo después el provincial de Castilla le ordenó dejar a los carmelitas descalzos, pero él se negó y por ello lo encerraron en una celda muy pequeña, le golpearon brutalmente y le prohibieron celebrar misa.

En la noche del día de la Asunción, la Santísima Virgen se apareció para darle ánimo. Días después le mostró en visión cómo podría escapar y así lo hizo.

Solía pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de superior y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio.
Su amor a Dios hacía que su rostro brillase al volver de celebrar la misa. Dormía dos o tres horas y pasaba el resto de la noche orando ante el Santísimo Sacramento.

 Fundó varios conventos. Pasó diversos problemas ya que tenía muchos enemigos entre los cuales varios eran sacerdotes que le tenían envidia. 

Cayó enfermo y tuvo que pasar por varias operaciones, el Padre Superior le prohibió recibir visitas y que los enfermeros lo tratasen con cariño. Así murió en 1591, aceptando todos los sufrimientos por amor a Dios.

Su doctrina se resume en el amor del sufrimiento y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente.

Publicado en Facebook Pepe Galep el 14.12.2015