miércoles, 4 de noviembre de 2015

DECISIÓN ENTRE LA LUZ Y LA OSCURIDAD

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Entre los valores fundamentales que tiene el ser humano, se encuentra su libertad. Así, el hombre es libre para ser hijo de la luz o de la oscuridad, para servir al Señor del amor, de la sabiduría y de la misericordia, o servir al ángel de la oscuridad, de la mentira, del odio, del rencor y del desamor.

La lucha en la vida real es entre la humildad, los obedientes de la luz; y la soberbia, los obedientes de la oscuridad. Los soberbios no pueden entrar al camino de la luz si es que no escuchan la Palabra de Dios, y arrepentidos son obedientes en ponerlas en práctica, alejándose del demonio o sea del pecado. "Para que abran sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el perdón de pecados y herencia que corresponde a los consagrados" (Hechos 26, 18).

Cuando se pasa del camino de la oscuridad al de la luz, se deja de lado aquellas actitudes y conductas que equivocadamente me llevaron antes a lugares impropios, a ver películas impuras, a escuchar cosas vergonzosas, palabras groseras; a dejar de hablar insensateces o tonterías con mero criterio humano, con comportamientos de animales irracionales, deleitados en el placer, con vicios y engaños, etc. (CF 2Pedro 12-14).


Cuando se está en el camino de la luz significa que sólo tratamos, pensamos y actuamos unidos a Jesús, Dios del bien, del buen obrar, del amor y de la justicia. "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. Si alguno no permanece en mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman" (Juan 15,5).


Somos libres en decidir en qué territorio queremos estar, o con los hijos de la luz o con los de la oscuridad.


Si elegimos la luz busquemos las enseñanzas de Jesús, escucharle y relacionarnos en la dulzura de su amor y acudir a los lugares de mayor iluminación, como la Santa misa, La Eucaristía, el Corazón Inmaculado de María: la llena de gracia, llena de la luz de Dios.

Finalmente, pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine, que nos lleve siempre a la luz sobre toda luz, que nos revele el peligro de transitar por la oscuridad y nos ayude a expulsarla dando prueba evidente de tu amor. Amén.

Publicada en Facebook de Pepe Galep el 11.09.15