EL PROCESO DE DOMINAR LA
CARNE
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Siempre hemos recibido desde pequeño la catequesis que resaltaba que todos nosotros tenemos como enemigos al demonio, el mundo y la carne.
Las inclinaciones, las tendencias que están en nuestro ser para vivir como vive el mundo, generalmente inclinados al mal, fuera de la voluntad de Dios y sujeto a las creaciones del demonio, deleites por los placeres mundanos, consumos y apegos a bienes y cosas materiales, nos sitúa en una situación de reflexión profunda sobre nuestras actitudes, conductas y comportamientos en la vida.
Los grados de impureza de todo tipo se miden como termómetro, para saber qué tan lejos estamos de la pureza de pensamiento, emociones, mente, voluntad (lo impuro tiene que ver generalmente con la idea de no evitar todo aquello que se considera inmundo). Todo lo que no es puro como lo es Dios en su pensamiento, porque su voluntad es pura y Santa como se ve en su presencia, mandatos y enseñanzas, todo ello en sentido contrario, nos encierra en el marco de la impureza, siendo la más común la impureza sexual.
Lo primero que tenemos que hacer es pedir a Dios su Gracia para entender previamente que se es pecador, y reconocer el pecado y no ocultarlo para alcanzar misericordia(Prov 28,13), además nadie puede esconder los pecados ante la presencia del Espíritu Santo (Sab 1,7-11). Igualmente tenemos que cuidar nuestra mente, vigilar nuestras intenciones (Prov 4,23) para no vivir sin sentido, sin brújula, sin dirección, por lo que tenemos que disciplinar también el cuerpo las emociones y la mente. Por eso Pablo nos enseñaba a luchar no dando golpes al aire y correr con rumbo (1Corintios 9,27) para tener dominio de sí mismo. Sin embargo eso es sacrificio, esfuerzo y compromiso de servir a Dios conforme a su agrado y voluntad, empezando por conocer más la Palabra de Dios como lo sostiene el salmista (Salmo 119, 9 y 11).
A todas estas consideraciones conexas de dominio de la carne, tenemos la perfección Eucarística para obtener la Gracia de Dios y hacernos victoriosos en Cristo Jesús. "Esfuércense por conseguir no el alimento transitorio, sino el permanente, el que da la vida eterna. Este es el alimento que le dará el Hijo del hombre, porque Dios, El Padre, lo ha acreditado con su sello" (Juan,6,27). Es la Gracia invisible, nuestra espiritualidad Eucarística necesaria, para salir a hacer lío de verdad ante un mundo que pervierte, ante la sociedad contaminada y ante autoridades que han dejado a Dios de lado.
Que el Espíritu Santo nos inspire, nos de fortaleza y poder entender que sin el Pan de vida eterna, no podemos alimentar nuestra alma para dominar la carne. Así sea
Publicado en Facebook de Pepe Galep el 01.09.15